martes, 12 de junio de 2012

"Cuando el hombre se pierde en el delirio de una vida causal, en la que cada deseo debe ser saciado para no caer en la tortura infernal de la abstinencia, él se consume a sí mismo, al igual que la serpiente, cuando devora su propia cola"


El entramado Espiritual
Se ha dicho antes, que si en algún lugar del mundo una mariposa es lastimada y pierde el don de volar, en algún otro sitio, detrás de insondables mares o infranqueables montañas, un niño llorará sin un motivo aparente. De la misma manera, si una persona es liberada del dolor en cualquier rincón del planeta, otro ser, distante de allí, será feliz de repente, sin que para él exista una causa visible.

No es el mundo material el que permite que se active esta mágica conexión, por la sencilla razón de ser un mundo "impermanente” que ha sido dividido en tres ilusiones: pasado, presente y futuro. Todo lo que camina por la Ciudad de la materia está destinado a perecer, incluso el tiempo que allí transcurre. Por lo que esa misteriosa unión sólo puede establecerse en un tiempo único, cuyo vehículo de conducción es el Espíritu Santo.

El aroma intenso que baña la entrada a la Ciudad de Dios está en la unión entre estos dos puntos, en un entramado invisible a los ojos del hombre externo. “Cuerdas” que unen situaciones distantes, que sólo se hacen visibles cuando podemos tocarlas. Así como el pianista produce melodía al descubrir en cada tecla, la “cuerda” que dará el sonido elegido a su música.
El pianista “ve” la nota en cada porción del teclado. Sabe cuál es la parte que debe accionar para que el piano produzca el sonido justo. Está capacitado para crear. Develar la misteriosa vibración que se oculta en cada tecla. Es como una especie de Dios musical.

Crear es traducir símbolos prexistentes en conceptos actuales de significados comprensibles al entendimiento. 
Crear es dar a luz lo que existe oculto, pero que de algún modo ya se posee.


Sepamos que sólo Dios puede crear de la nada. No podemos crear. Sólo re-significamos objetos, palabras y sucesos que han dejado de servir, en otros que nos hacen crecer, y que por lo tanto nos dan la sensación de crear.
Con los materiales de siempre generamos estructuras nuevas que nos hacen bien. Nuevas palabras, nuevos sucesos. Objetos hechos de lo mismo, pero que al ser ordenados de diferente manera, nos dan la posibilidad de sanar.
No podemos crear “algo” de la “nada”. Esa es una propiedad exclusiva de Dios. Y como el hombre no está capacitado para crear sólo puede Velar o Develar.

Velar es lo opuesto a crear, no es destruir. Cuando se destruye también se crea un orden diferente. Velar es cuando de significados transmisibles, por alguna razón, se proporcionan símbolos o señales que impiden ver lo que se pretende ocultar.
Develar símbolos es “despertar” una conexión con Dios. Es abrir una ventana al cielo.

Penetrar el tiempo único nos otorga la capacidad creadora del pianista. En este caso “las teclas” serán para tocar las misteriosas conexiones que se establecen dentro del marco del Espíritu. Cumpliendo con el trabajo que como Humanos, con mandato Divino, debemos realizar dentro de la Ciudad de la Materia, para poder regresar a origen: La Ciudad de Dios.

Cuando el alma humana, mediante el desarrollo de una voluntad sobrenatural, logra comandar al ego mediante la cristalización de un Yo único, recién ahí, y no antes, se descubre ante los ojos de Dios. 
Se abre el espacio necesario para que la conexión con el mundo espiritual sea real. Y no sólo una sensación, idea, o un concepto religioso, del que no se obtiene nada cierto. Cuando se confunden “logros” con “efectos” de causas precedentes. Desde día en que el primer hijo de Dios se “durmió” sobre la tierra.  

“Despertar” es hacer efectiva esa conexión con Dios, es develar símbolos. Hallando los actos necesarios para obtener el fin elegido. Nuestra vida se transforma en la melodía que hemos decidido tocar, porque como hijos del Espíritu debemos hacerlo de ése modo. Semidioses, disfrutando de la vida en la tierra.

Pero así como al universo lo cubre un “entramado” de luz, por el cual circulan milagros y sincronismos, también existe un "entramado" material, que es denso y sombrío, y que encierra  bajo siete llaves el Espíritu del hombre.
Y es cuando el alma humana duerme bajo la sombra que proyectan sobre ella las múltiples personalidades. Alimentadas por una interminable generación de deseos, que hacen que el hombre externo pierda contacto con su creador.

Y la pequeña hendidura al cielo es clausurada. Como una ventana que se cierra bajo siete cerrojos.


Cuando el hombre se pierde en el delirio de una vida causal, en la que cada deseo debe ser saciado para no caer en la tortura infernal de la abstinencia, él se consume a sí mismo, al igual que la serpiente, cuando devora su propia cola. (Ouroborus)

Y el cielo se cierra ante el que perdió sus raíces, su verdadero origen Divino.

Es posible que “algo” o “alguien” en el universo necesite que el ser “duerma” bajo el opresivo entramado material y que para eso haya sido creado. Para que el hombre siga siendo un manojo de deseos, dominado por una infinidad de yoes mutables. Que le sea imposible mantener un rumbo. Que no comprenda que la meta no existe al comenzar el camino, sino que se crea mientras se va hacia ella. 
El Yo débil no puede considerar esta verdad, por lo que ante la primera dificultad en el camino, varia el rumbo. Gira en círculo, cada vez más cerca al inicio, a la cola de la serpiente. 

La dificultad de encontrar en el hombre “externo” (dormido) una virtud que lo inicie en el proceso que lo haga atesorar la voluntad necesaria para persistir en un rumbo único (despertar), es lo que nos hace sospechar que en su "sueño", al "dormir", puede estar suministrando “algo” a “alguien” que lo necesita. Quizás, como una forma de “alimento”.

Hay una tendencia errónea por ir a favor de la corriente. A dejarse llevar por la energía de las circunstancias. A fluir junto al devenir. Cuando lo cierto es que de ése modo es imposible comandar nuestro ser único. Dado que será la vida la que nos otorgará el sentido del rumbo.
Cuando perdemos los deseos y atesoramos la voluntad, giramos, y comenzamos a caminar contra la corriente. Dejamos de fluir a favor, para iniciar la titánica obra de remar río arriba, resistiendo el devenir histórico de la causalidad.
Nos transformamos en barcos con gobierno, y ahora el rumbo es nuestro, y el cielo se abre. 
Siete llaves regresan del origen y liberan los siete cerrojos que nos impedían tener nuestra conexión directa con Dios. 
Somos inmortales dentro de la amurallada Ciudad Divina.

Y si hubiera “algo” o “alguien” que necesite mantener al hombre dormido para su beneficio, ese  no será un problema para el hijo de Dios, o para el hombre inmortal.





                                          AXSER


1 comentario:

  1. Gracias de nuevo. Me ha llegado profundo el sonido "Ser Unico".

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