“Todo lo que buscamos se esconde detrás de un esfuerzo. Todo esfuerzo puede ser realizado sólo mediante una profunda convicción. La convicción nace de una certeza y ésta surge cuando el hombre común comienza a desconfiar de su realidad. Descubre que gran parte de él es una ilusión. Se encuentra solo y con una única posibilidad, la de hacer el esfuerzo maratónico por conocerse a sí mismo”

 El engaño de los múltiples rumbos

No todos los caminos conducen a Roma.

Dado que sería como decir que cualquier tipo de esfuerzo que hagamos, sea menor o mayor, nos dará un mismo fruto.

“Todos deberíamos conservar un sueño, aunque sea uno, por lo menos uno, de los tantos que hemos soñado. ¿Cómo se puede vivir despierto, sin perseguir un sueño? Demás esta decir que clase de sueños debemos conservar. No hablo de sueños de este mundo, hablo del sueño que nos revela un mensaje, aquel que nos empuja al abismo infinito de la búsqueda.”

 El cáliz sagrado y la estrella

Quien busca ha automatizado su existencia. Y para ello, fue necesario, previamente, sintetizar en un yo único el comando del centro emocional.

Somos testigos permanentes, pero involuntarios, de todo lo que nos sucede durante la vigilia. Y digo involuntarios, porque no podemos elegir ser o no ser testigos de nosotros mismos. Esto y no ser concientes de nuestra presencia es lo mismo. Recién en el manejo voluntario de nuestro devenir obtenemos la testificación real de nuestra existencia. En un caso la vida nos consume, nos devora; en el otro, servimos la vida al plato y la consumimos diariamente, siendo la vida misma nuestro único alimento.

El esfuerzo humano

El testigo involuntario es abordado por las circunstancias. De repente algo le sucede, la vida lo somete impidiéndole elegir entre estar o no estar frente al suceso que experimenta.
Se debe adaptar a la condición que el devenir le propone, así sea un estado de felicidad, como de angustia o desesperanza.