“Todos deberíamos conservar un sueño, aunque sea uno, por lo menos uno, de los tantos que hemos soñado. ¿Cómo se puede vivir despierto, sin perseguir un sueño? Demás esta decir que clase de sueños debemos conservar. No hablo de sueños de este mundo, hablo del sueño que nos revela un mensaje, aquel que nos empuja al abismo infinito de la búsqueda.”

 El cáliz sagrado y la estrella

Quien busca ha automatizado su existencia. Y para ello, fue necesario, previamente, sintetizar en un yo único el comando del centro emocional.

Si no fuese así sería imposible lograr la estabilidad necesaria a lo largo del tiempo. Como para que aquel que busca sepa qué es lo que busca. Y que lo que desea encontrar sea siempre lo mismo.

Quien pueda reaccionar únicamente a su motivación individual, ha logrado establecer su centro magnético. 
Aislándose de las influencias cambiantes de los yoes que se van presentando según los sucesos que produce la existencia.  
Atraerá influencias superiores. Altas frecuencias vibratorias, que alimentarán y engrosarán un nuevo cuerpo espiritual. 
Alistándose, como soldado disciplinado, a la difícil tarea de la búsqueda.

Dicho cuerpo espiritual se diferencia del cuerpo “causal” por la inexistencia de un yo que lo gobierne. Dado que en él no hay un “alguien” disociado que experimente. Sino que el cuerpo espiritual es la consumación en sí, de la experiencia misma.

El cuerpo causal, gobernado por uno, o por miles de yoes, desconoce el presente.  

Si posee un yo único es un ser equilibrado que asume su condición. Vive una relativa seguridad que le produce  satisfacción.

Si posee muchos o varios yoes, es un ser desequilibrado e insatisfecho. No acepta su realidad, por lo que siente su vida en peligro permanente. Lo que le produce un estado de profunda  insatisfacción.

En ambos casos el cuerpo causal vive en el pasado. Separado del futuro por un estado mental ilusorio llamado temor.  

Sólo el cuerpo espiritual conoce el presente. Que no es otra cosa que la elección del futuro que va a experimentar. Dado que ha logrado generar el "cáliz sagrado" que lo contenga.

Y si hay algo en el cuerpo espiritual que se asemeja al "Yo", es la posibilidad de elegir.

El presente es la experimentación en el cuerpo espiritual de un estado de profunda e invulnerable paz.

No puede haber un presente insatisfactorio, dado que sería una contradicción.

El AMOR es el presente.
El cuerpo causal, sobre todo aquel que ha logrado un yo único, tiene una vaga idea del AMOR, pero no puede retenerla dado que desconoce el presente. Y en manos del pasado, el amor se diluye entre las poderosas sombras del temor.

Cuando el yo del cuerpo causal cree que elije entre ser o no ser "algo", en realidad sólo esta aceptando una de las dos opciones. Dentro de lo que ya le ha sucedido.

Es imposible arribar al cuerpo espiritual, que se inicia como zona cero, cercada, amurallada, protegida de las reacciones que la vida produce sobre los yoes, si no se logra primero mutilar,
desbastar, uno por uno, la innumerable cantidad de personalidades que poseemos.  

Ese zoológico humano que nos gobierna.

Deberemos eliminar cada bestia, una por una, con su respectiva característica: 

El león con su soberbia, El mono con su estupidez, la hiena con su cobardía. Y así, hasta lograr un ser único capaz de reaccionar sólo a una motivación interna. Secreta, innombrada, vulgarmente conocida como búsqueda.

Este proceso de mutación dará inicio al magnetismo necesario para gestar el centro acausal. El vació central que le permite girar a la rueda.

Ahora el ser no estará en los yoes. Sometido al giro de la rueda. Sino que se alojará en el centro mismo, protegido de toda reacción a los estímulos de la existencia.

El fuego del dragón ya no traspasará los muros del castillo. Y el ser único crecerá como un niño, resguardado por el amor incondicional de sus Padres.

No habrá dios menor que se alimente del niño amado. Dado que las paredes de la fortaleza alejarán con sus símbolos y formas sagradas, toda pretensión inadecuada.

Y este niño, como el niño Jesús, tendrá un sueño, un sueño que deberá guardar en su memoria. Dado que será el hilo o guía que deberá seguir para retomar el camino perdido. Que lo lleve de regreso a la morada del Padre.

Ese sueño lo tendrá bajo una estrella. En la inexpugnable fortaleza de la Ciudad de Dios.

AXSER