Cuando el hombre abandonó la casa del Padre olvidó su lenguaje; y, por ese olvido, fue necesario desarrollar un lenguaje nuevo, que al hablarlo, lo incomunicó para siempre.
Es evidente que poseemos más de oveja, sombra e ignorancia, que de lobo, luz y conocimiento.
Es posible que la ignorancia nos conduzca a la masificación, puesto que al ser ignorantes desconocemos y el desconocimiento produce temor, y el temor nos agrupa para sentirnos protegidos, como las ovejas en el rebaño.
El delgado espacio, esa línea sinuosa que recorre el cuerpo, ese límite.
Ese espacio que no es ni de uno ni de otro, ese profundo abismo, es el que separa la intención humana de fundir, aunque sea por un instante, las almas encarnadas en el acto sublime del amor.