Desde el comienzo de la historia el hombre tomó como objeto de estudio a todo lo que lo rodeó.
Incansable, en su afán de hallar respuestas, midió, pesó, y comprobó científicamente con técnicas y teorías cada cosa que pasó por sus manos.
Quien diga que un hombre puede probar la existencia de otro, es por que no sabe que la mente, aquella que toma el rol de juzgar y cotejar es única.
Digamos, para ser más claros, que una mano no puede mirarse a sí misma. Necesita de la existencia del ojo para su comprobación.
Por lo mismo, la realidad de un hombre no puede ser probada por otro hombre. Dado que la existencia del segundo debería ser corroborada por la de un tercero y así sucesivamente hasta el infinito.
No es posible comprobar científicamente nuestra realidad (ser reales).
Lo que llamamos ciencia,es una buena intención para comprender sucesos que vemos transcurrir y que no entenderíamos, sino fuera por el marco de leyes establecidas para darnos seguridad, ante el temor que nos generan los cambios.
Lo cierto es que nadie se vio nacer, sólo hubo testigos que presenciaron dicho nacimiento, pero a su vez, estos testigos tampoco se vieron, fueron otros los que lo atestiguaron … y así, hasta la eternidad y desde el comienzo del tiempo.
No hay pruebas de que “alguien” haya “nacido”.
Como se ve claramente, no podemos saber, a ciencia cierta, de qué clase de realidad se habla cuando decimos que somos hombres, y que tenemos una vida.
Estamos inmersos en una mente general. Todo lo que midamos, comprobemos, o definamos, corresponde a ese universo mental.
Todo lo que nos surja es improbable, puesto que no poseemos, fuera de nosotros, nada que pueda probar lo que intentamos definir como real.
Vivimos constantemente inmersos en un mundo mental (energético), y por fuera de ese mundo no podemos conocer nada.
Lo que hace que la idea más sutil, o el verso dulce del poeta, se emparenté en lo profundo, a la sórdida mole de un temible tanque de guerra.
Axser
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