“Descubrimos que es lo mismo ser ateo que creer en Dios, dado que ambas opciones son conclusiones de la mente. Ninguna de las dos es una verdad anterior al pensamiento, en la que se supone que Dios ya debería ser. Si hay una certeza de Dios será dada por la fe. Es decir, tener la seguridad de que la rosa abrirá en el rosal entregándonos su exquisito aroma. Y digamos que por fe, no se llega a ser ateo.”

 La fe

Hay noches como ésta en las que me cuesta mucho tomar el cuaderno de notas para hilvanar pensamientos.

Pero, casi mecánicamente, me dejo llevar como náufrago hacia un rumbo incierto, tan metódicamente incierto, que me genera alguna esperanza.

La verdad es que estoy aquí, sentado al borde de la cama, sugiriendo en esta descripción una interesante pero inestable verdad.

Y como estaba dicho, no queremos verdades de supermercado.

 No queremos más de aquellas verdades producto de nuestros mezquinos deseos.
Verdades que antes de nosotros no existían.

Queremos una verdad que anteceda al Hombre.

¿Existe tal verdad?

Me resulta peligroso deducir que de no haber una verdad anterior, y no al Hombre, sino a su capacidad de razonamiento, de no haber antes del pensamiento nada,es decir, si el comienzo de la gran angustia que generó la búsqueda fue sólo un pensamiento, llegamos a la conclusión de que aquella ‘gran verdad’ que anhelamos encontrar no existe, al menos, fuera del ámbito de muestra mente.

Y si tal verdad existiera, debió estar siempre frente a  nosotros. Siendo que esa verdad, sería el desarrollo virtuoso de nuestra existencia individual dentro de un marco histórico.

¿Y qué es lo que puede existir antes de aquel proto-pensamiento?

Todo lo que pueda haber no nos pertenece, puesto que está fuera de la órbita del pensamiento Humano.

Por lo que podemos optar entre dos posibilidades:

La primera:

Imaginar con el poder que heredamos del razonamiento, el concepto de un Dios que existe por fuera y anterior a la mente y a sus límites; es decir, independiente de ese primer pensamiento.

Obsérvese que este razonamiento pone  por fuera de su alcance un concepto llamado “Dios”, para poder así otorgarle las condiciones de omnipresente, omnisciente y omnipotente. Siendo que Dios, al ser parte de algo mayor y por lo tanto independiente de la esfera del pensamiento, puede tener el carácter de creador. 

No es posible pintar un óleo estando dentro del cuadro, ocupando la misma dimensión. 

Es necesario salirse del llano de la tela, ocupar una dimensión mayor,  para crear la obra.

Sin embargo la idea de la existencia de Dios por fuera de nosotros, también pertenece al ámbito del pensamiento. Por lo tanto es un color más dentro del cuadro. Es también una ilusión. El producto exclusivo de la mente humana.

¿Para qué? 

Para desligar al hombre de la responsabilidad que tiene y que no asume, en la construcción de la Ciudad de Dios. Único recinto en donde el hombre común logra la dimensión divina. Obrando a cada instante sobre el terreno que se le presenta. Evitando de forma permanente el uso del pensamiento vicioso y especulativo.

La segunda:

Optar por reconocer que la única realidad es la valorización del instante.

Es decir, estar en continua alerta. 

Impidiendo que el pensamiento invente verdades inalcanzables, por las que el hombre pierde el gusto y el placer del encuentro con lo humano, con lo terrestre, con lo cotidiano. Única entrada a la Ciudad de Dios, en la que el hombre deberá asumir el trabajo de resolver una “gran contradicción”. 

Puesto que tendrá que dejar de ser aquel que buscó la entrada; para poder hallar la llave que le permita penetrar en la Ciudad Divina. Aquel que salió a buscar la verdad no será el mismo que el que la encuentre.

Sepamos que en este segundo camino podemos ser buenos o malos (libre albedrío), puesto que no existe nadie que nos castigue. Pero como toda maldad es una acción especulativa que necesita para su desarrollo la extensión en el tiempo, es imposible que penetre en el instante. Sólo el acto puro y libre de especulación es aquel acto alerta y presente que, sin otros motivos, nos conducirá a hacer el bien de manera inevitable.
Este camino responsabiliza al hombre. Le exige una profunda transformación. Una síntesis de sí mismo. Le pide que se transforme en un hombre nuevo, único y libre. El  primer camino lo polariza, lo divide en  bueno y  malo, en Dios y en el Diablo. Lo habilita a ser un pecador puesto que le otorga el arrepentimiento. Le permite matar, porque le entrega la penitencia.

Como vemos, el primero  es un camino que, sospechosamente, se parece más a un camino hecho por hombres que por divinidades.

Creo que ya hace un tiempo que elegí mi camino, y es el del instante. El misterioso acceso por el que se llega a ser un hombre nuevo y único.

¿Cual es la diferencia entre la esperanza y la fe ?

La esperanza es humana. 

Crece y se nutre del pensamiento. La fe es divina. Crece y se nutre de la esencia espiritual.

Cuando agotamos todas las esperanzas, y no hemos logrado los frutos, el ego abatido se retira y es cuando puede surgir, como de la nada, el brote tierno de la fe. 

Claro que el árbol de la fe sólo crece y se desarrolla dentro de jardines fértiles, protegidos por los muros de la Ciudad de Dios.

AXSER