jueves, 8 de diciembre de 2011

“Surge un único pensamiento, la nítida imagen de un inmenso océano. Floto sobre sus olas y es de noche, cuando me hundo en la profundidad más oscura. Espero morir, sin embargo algo nuevo respira en mí. Salgo a flote y buscando la costa, veo un muelle, en donde una luz me certifica mi nueva existencia.”


El muelle











Ya escribí sobre la verdad, y creo que fui claro sobre cuál es la verdad que busco. Pero me mueve el deseo de darme el gusto de recorrer, así como recorro estas líneas, algunas otras verdades.

“Llegar” es cierto, pero “permanecer” es más verdadero. “Irse” es verdad, pero “sostenerse” ausente lo supera.


Toda acción en el espacio en el que actuamos tiende a aproximarse a la verdad. Sin embargo, lo que le acredita la esencia a lo verdadero no es la acción en sí, si no la continuidad del rumbo.
No importa si dicha acción coincide o no con nuestros sentidos éticos, dado que no es lo que le otorga el valor a la verdad, sino más bien que se sostenga permanente, detrás de una misma dirección. 
Y, aunque nos parezca variar desde una visión humana, no lo será desde la trascendental o espiritual, dado que desde allí apuntará como flecha implacable al centro del blanco. Que no es más que el sitio espacial de la verdad.

   Digamos que mayor es una verdad  cuanto mayor es el tiempo en que dicha verdad se desarrolla sobre un camino determinado. 
Uno, como hombre, es verdad sólo después de toda la acción que generó desde el nacimiento hasta la muerte. 
Momento en el que se detiene, en forma definitiva, todo tipo de movimiento. 
Antes de eso somos parte de una "verdad a medias". El parámetro de la muerte le otorga realidad a la vida.  
El hombre tiende a la verdad absoluta - dentro de sus limitaciones - haciendo de su acción un accionar dirigido, sin variaciones, hacia un rumbo determinado.
Corrigiendo, incansablemente, todo tipo de desviaciones de manera incorruptible. 
Si variara, sus verdades serían verdades simples, impermanetes: “Verdades de cabotaje”.

¿Cuántos seres han muerto por seguir aquellas verdades limítrofes ?

¿Cuántos abandonaron la vida llevando en sus bolsillos, como caramelos pegoteados, algunas desnutridas verdades personales?

¿Cuántos son los que murieron sin obtener  verdades? 

¿Quiénes son, además de Cristo, los que partieron de este mundo sabiendo cuál es la verdad?


Vivimos consumiendo verdades pequeñas. 
Nos alimentamos con verdades ‘en conserva’. Verdades que elegimos con la misma indiferencia con la que tomamos una lata de durazno de la góndola del supermercado. 
Día a día, convivimos con gente desnutrida de verdades. Intoxicada por verdades baratas, en las que hace tiempo se cortó la cadena de frió.

Convivir con gente envenenada por verdades mezquinas, nos exige vivir en un mundo que se asemeja a un “hospital”, en donde aburridos de esperar por nuestros enfermos, tengamos que elegir entre alejarnos de aquel lugar siniestro, o alimentarnos de esas verdades que nuestros semejantes consumen, día a día, sin saber que se alejan de Dios.

¿Pero en dónde está esa gran verdad, aquella única verdad, esa inmensa y misteriosa verdad, la verdad de nuestros iluminados?

¿En dónde podremos comprarla? ¿No será alto su precio? ¿Tendremos suficiente dinero?

Es por lo que comprendo al hombre del valle, al hombre del llano. Entiendo que adquiera verdades desnudas y sencillas, verdades que tal vez sean de un día.

Sufro cuando pienso en su muerte, puesto que aquel hombre llano y simple tendrá que beber de un sorbo toda su inmensa soledad, que antes ha sido negada.

Y envidio a Cristo, puesto que él pudo tener en su corazón la gran verdad, muriendo con tanta paz, tanta, como para poder resucitar junto a su Padre.

Intento encontrar una verdad mayor, al menos, más auténtica que aquellas verdades de siempre. 
Y que como resultado de aquel sacrificio, sobrevenga, como de un manantial, una verdad sostenible. 
Quizás no sea como aquella luminosa verdad de Cristo pero, por lo menos, una que me haga morir dignamente.



AXSER





















1 comentario:

  1. Gracias AXSER por compartir tus reflexiones, en esta era estamos cada vez mas alejados del origen cuando el humano bebía directamente de la fuente de la verdad y estaba en contacto directo con Dios, es decir vivìa en la Ciudad de Dios. Ahora solo podemos consumir compulsivamente esas verdades chataras y tender hacia la infrahumanidad, hacia un humanoide sicópata. Pero no tires la toalla AXSER, no queremos otro poeta suicida.

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