martes, 5 de julio de 2011

“Heredamos un lenguaje, como se hereda una casa o cualquier objeto. Desde siempre venimos repitiendo sonidos heredados que representan cosas, pero en realidad desconocemos su verdadero nombre, dado que el debería surgir de nosotros. La herencia negó una capacidad que nos pertenece: la de comunicarnos con eficacia”

 El hombre nuevo
Lo cierto es que no podemos conocer nada, dado que siempre interponemos obligadamente la herencia del lenguaje entre nosotros y las cosas.

Al ver un (....) árbol, nunca lo vemos por primera vez, cuando lo vimos en un principio nos lo reemplazaron con un sonido : (árbol); luego,jamás lo volvimos a ver.
El velo del lenguaje se interpuso ante el árbol para siempre.
No existe manera de ver la realidad, dado que esa realidad se deposita inmune e intacta (sin mácula) detrás de ese velo.

Si partimos de esta idea, y reconocemos nuestro desconocimiento, incluyéndonos, siendo que también fuimos depositarios de un "nombre", de "cualidades" y de "Calificativos", es lógico que el hombre insatisfecho comience la búsqueda.

Por lo general esa búsqueda es falsa dado que, lo que se desea encontrar, es el reemplazo de esos sonidos por otros mejores.
De ahí que aquel que se siente a gusto con lo que es, no realiza búsquedas. Y si la comienza, la concluye cuando el ego se realiza.

Queda por plantearnos si es posible correr el velo que nos impide ver.
Así como sabemos que cuando se nubla el cielo, detrás permanece el firmamento celeste, podemos conjeturar que nuestra mente, como una nube, cubre con conceptos heredados y adquiridos a lo largo de la vida, una realidad que permanece sin manchas, virgen e inéxplorada.

En esta realidad desconocida permanece el sol como fuente de vida, sobre un cielo sin nubes.
Quizás sea que el velo que nos separa de esa realidad actué como protección. Las nubes de nuestra herencia debilitan, a manera de filtro protector, la inimaginable fuerza creadora del Sol.
Ver la realidad nos aniquilaría.

De aquí se desprende, como fruto maduro, el acto heroico de la Iniciación. Es cuando el hombre decide, por un llamado interno, la inmolación de su ego. Es la imagen de Cristo crucificado.

Su resurrección representa al Hombre Nuevo, en contacto directo con su Creador, capaz de soportar y reflejar la luz de esa nueva realidad.

Y si no es así...

Nuestra existencia transcurre plácida y, necesariamente, bajo la sombra de algún (...) árbol. El árbol de la ignorancia.

En la Ciudad de Dios brilla un Sol perpetuo.





AXSER

1 comentario:

  1. Tus escritos son como música para el alma y siento que son para los que están a un nivel avanzado de eso que llamas "Iniciación". Cuando puedas podrías explicar como se inicia, como se transita por esa iniciación, ya que dices que el fin de ella es la aniquilqción del ego para poder afrontar la verdad que esta detrás del velo. Gracias.

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